Fuí a dejarle pan y café a Gabriel, un hombre que duerme en la calle a un par de cuadras de mi casa. No lo encontré y le pregunté a uno que estaba limpiando parabrisas en el semáforo si lo había visto, me dijo que hace poco había salido así que me di una vuelta para ver si llegaba después.
Vuelvo y nada, le pregunté a este hombre porsiacaso y tampoco nada, en eso se me ocurre preguntarle si había comido y me dice que no así que le ofrezco uno de los panes y una taza de café. Me pregunta de qué organización era y le digo que de ninguna, que por qué lo hacía y le dije que porque me nacía, que a qué iglesia voy y le dije a la Católica. Ahí me empieza a preguntar cómo podía hacer para acercarse, que igual se ha portado mal y quiere cambiar.
Hablando y compartiendo experiencias le digo si quiere un Rosario para que pueda comenzar a rezar, me dice que sí así que voy a buscar uno a mi casa. Llego y antes de pasarselo le ofrezco otro pan y otro más para que le guarde a Gabriel, me sonríe y dice que espere mientras sale en su bici. Vuelve y me regala este chocolate que no me deja rechazarle, le doy el pan y le digo más o menos como se reza. Hablamos un poco más con John (su nombre) y se despide muy agradecido, me dice que va a ir a la Iglesia y hasta le nació llevarle más mantas a Gabriel para que no pase tanto frío.
Rezongando harto y después riéndome de incredulidad por el frío que hace. Sabiduría de nuestros mayores.